
River visitaba la Bombonera tras haberse proclamado campeón una fecha anterior con la firme intención de ganar y dar la vuelta olímpica en el estadio de su archirival. El encuentro se había convertido en una cuestión de honor para Boca que quería amargar el triunfo a los millonarios y evitar que se lo restregaran en la cara. Los hinchas de River habían llenado de papelitos blancos el campo, de modo que el colegiado decidió que el encuentro se jugara con una pelota naranja. De ahí a que la contienda se recuerde con el sobrenombre del ‘Superclásico de la pelota naranja’.
River pasó por encima de su contrario en un choque inolvidable. Beto Alonso, hizo los dos tantos. El primero de un formidable testarazo a un centro de Roque Alfaro. El Loco Gatti no pudo hacer nada para impedir el tanto que provocó el delirio en la platea de los de Núñez. Luego de nuevo Alonso marcó el segundo para cerrar una tarde mágica, inolvidable.
Ése fue el último clásico de Beto, su número 24. Finalizado el encuentro los jugadores de River se dispusieron a dar la tradicional vuelta olímpica ante la indignación de la hinchada bostera, que comenzó a tirar objetos de forma desesperada para impedir la tremenda humillación, hasta el punto de que los locales frustraron el intento de los millonarios.
Muchos se preguntarán qué pasó con el balón naranja. Pues se lo quedó el colegiado del choque Francisco Lanolina. Posteriormente lo cedió al museo de River y allí se luce, como uno de los más preciados trofeos del conjunto del Monumental, un objeto de culto para muchos.
Gentileza: Notas de Fútbol